“Derecho procesal callejero” es un seminario que montó Benítez para satisfacer una necesidad de todos los recién egresados de derecho: poder aplicar en tiempo real las enseñanzas de un abogado experimentado. El curso también ofrece a los abogados recién recibidos la posibilidad de asimilar trucos y procedimientos fraudulentos que normalmente les tomaría décadas de experiencia aprender por sí mismos. De igual modo, les enseña que con un ojo agudo, con la formación adecuada y con el arrojo necesario, lucrarse siendo abogado no depende necesariamente de ganar procesos; es posible hacerlo estafando a los clientes y salir impune del proceso.

El curso se imparte con currículo oculto porque se presenta ante la sociedad como un mero seminario de actualización, similar al que ofertan cada año varias instituciones y universidades legales. No obstante, el curso tiene un programa clandestino e impide a los estudiantes tomar notas y hacer registros audiovisuales de las clases para eliminar toda prueba que pueda comprometer a Benítez y a Losada. Así las cosas, el seminario se soporta en la modalidad informal del “honor entre ladrones”, muy común en el ámbito criminal. Por si las dudas, Benítez hace que cada estudiante firme un NDA en la primera clase para curarse en salud y tener herramientas legales que lo cubran en caso de que lo delaten o divulguen los aprendizajes del curso.

Solo son admitidos en el curso aquellos estudiantes que hicieron trampa en el examen de admisión. Esto le permite a Benítez hacer un filtro claro: sabe que sus estudiantes tienen predisposición para la trampa y no se enfrentará a objetores de conciencia o policías de la moral que entorpezcan sus clases y le hagan perder tiempo en explicaciones innecesarias sobre lo “correcto” o lo “incorrecto”. Aunque el seminario es costoso, Benítez reserva cada año 10 becas para echarse al bolsillo jóvenes promesas del engaño que le puedan servir para el futuro y a quienes pueda manipular emocionalmente.